VARIABLES IMPLICADAS EN LA EMOCIÓN (TEORÍAS SOBRE
LA EMOCIÓN)
Al igual
que en el caso de la motivación, una de las razones de la variedad de modelos
teóricos acerca de la emoción se debe al hecho de que cada orientación incide especialmente
sobre algunas de las variables que la componen, sobre las cuales se establecen
los diversos desarrollos conceptuales y procede al estudio de las mismas mediante procedimientos metodológicos
alternativos. Vamos a centrarnos en algunos de los aspectos que consideramos de
interés, recordando en cada caso los acercamientos teóricos más
representativos.
De una
forma similar a la clasificación de Plutchik (1980), las principales variables que
vamos a describir se han abordado desde perpectivas: a) evolucionistas(con Darwin
como principal punto de referencia), b) Psicofisiológicas (seguidoras de la
tradición de James), c) neurológicas (cuyos desarrollos teóricos arrancan de
Cannon), d) Conductistas (que enfatizan procesos de condicionamiento como
Watson pusiera de manifiesto a principios de siglo), e) teorías de la
activación (con diferentes autores, de los que Lindsley quizá sea uno de los
más representativos) y f) cognitivas (desarrolladas a partir de los
experimentos de Schachter y, en la actualidad, unas de las más representativas).
Posiciones evolucionistas.
Una de
las características principales dela emoción, como bien han puesto de manifiesto
las teorías evolucionistas, es la función adaptativa de las emociones, tanto como
facilitadoras de la respuesta apropiada ante las exigencias ambientales, como inductoras
de la expresión de la reacción afectiva a otros individuos. Así, según la primera
de estas funciones, la cólera facilitaría el ataque, mientras que el miedo favorecería
la huída o la inmovilidad corporal defensiva, por ejemplo. Respecto a la segunda
de las funciones, la expresión de cólera puede servir para amedrentar a otro individuo
en una situación comprometida, mientras que la expresión de miedo podría ser
útil para apaciguar una reacción intensa por parte de un agresor.
Uno de
los postulados principales de esta orientación es el de la existencia de
emociones básicas, necesarias para la supervivencia y que derivan de reacciones
similares en los animales inferiores. El resto de emociones ("emociones
derivadas") se generan por combinaciones específicas de aquéllas
(Plutchik, 1984). En las emociones básicas el componente innato es mucho más
patente, lo que se refleja en la similitud de expresión en todos los individuos
de la misma especie.
En lo que se refiere a la expresión emocional,
tanto histórica como teóricamente, el objeto de estudio de mayor interés ha
sido la expresión facial de las emociones. La universalidad de la expresión y
el reconocimiento facial de las emociones se ha tomado como indicador de la
existencia de patrones innatos de respuesta emocional, evidencia de la continuidad
filogenética de las emociones (Darwin, 1872/1984) y, principalmente, como
constatación de la existencia de una serie de emociones básicas cuyo reconocimiento
sería universal en la especien humana y fruto de las cuales derivarían el resto
de reacciones afectivas
Estructuras neurológicas centrales.
Es de
sobras conocida la controversia que generó la teoría de James-Lange y las críticas
de Cannon a las mismas, fundamentalmente en lo que se refiere al papel de las vísceras
en la reacción emocional, así como al hecho de que la ausencia de sensaciones visceroceptivas
no produce ausencia de reacción emocional y a la evidencia de que las sensaciones
son mucho más lentas que la emoción evocada. Todo ello cuestionaría el hecho de
que dichas reacciones fisiológicas fueran un antecedente de la reacción emocional.
Las reacciones fisiológicas y viscerales no definirían la cualidad de la reacción
emocional, sino en todo caso la intensidad de la misma, preparando al organismo
para una eventual respuesta que requiriera un gasto energético de importancia. Se
trataría de una respuesta similar a todas las emociones, en la que la única
diferencia entre las mismas sería la intensidad con la que reaccionan, pero no
en un patrón de respuesta diferenciado. La rama simpática del sistema nervioso
autónomo sería la responsable de preparar al organismo para un gasto energético
elevado, mientras que el parasimpático restablecería el equilibrio. Es lo que
se ha venido a denominar teoría emergentista de las emociones (Cannon, 1931),
que establece que lo verdaderamente relevante en la génesis de la emoción es la
actividad del sistema nervioso central, en concreto la regulación que establece
el tálamo, tanto sobre la corteza en la génesis de la experiencia cualitativa
de la emoción, como sobre el sistema nervioso periférico, para la movilización
de energía.
Las
aportaciones teóricas más relevantes que se derivan de esta concepción se
agrupan en torno a la teoría de la activación
general, que argumenta que existe un único estado de activación general que
caracterizaría a todas las emociones. Las diferencias entre unas y otras sería
cuestión de grado. Aunque posteriormente los estudios de Lacey (1967) pondrían
de manifiesto que puede existir disociación entre los principales sistemas de
respuesta (fraccionamiento de respuesta, especificidad individual y
estereotipia individual), la teoría de la activación general ha servido como
marco teórico de diferentes modelos de la emoción, de los que los de Lindsley
(1951), Hebb Psicología de la Emoción: el proceso emocional (1955), o Malmo
(1959) son algunos de los más representativos. Según estas primeras aproximaciones
teóricas, la relación entre activación y emoción vendría definida por la existencia
de un proceso único de activación en el que los sistemas cortical, autonómico y
somático estarían perfectamente coordinados y que sería el responsable de la
cualidad de las diferentes reacciones afectivas. Consecuentemente con estos
planteamientos teóricos, a nivel metodológico los estudios se han caracterizado
por la selección de alguna variable fisiológica (generalmente respuesta electrodermal
o frecuencia cardiaca) como indicadora del nivel de activación general y
registrar la relación entre ésta y las diferentes reacciones emocionales.
Como
puede suponerse, los procedimientos metodológicos de estudio utilizados
desde las orientaciones neurológicas de la emoción
han ido evolucionando conforme se desarrollaban técnicas de registro cada vez
más sofisticadas en biomedicina. En general, tienen como objetivo el registro
de la actividad de las diferentes estructuras nerviosas involucradas en una
determinada reacción emocional de diferente intensidad, con la finalidad de
establecer las regiones concretas responsables de cada emoción en particular. Los
dos procedimientos habituales son la inducción experimental de la reacción
emocional que pretendamos, al tiempo que se registra la actividad de las áreas
del sistema nervioso, o bien el estudio de dicha actividad en sujetos con
alteraciones o trastornos afectivos (depresión, trastornos por ansiedad, etc.).
En ambos casos se valen de las técnicas propias de la neuropsicología, tal y
como hemos comentado anteriormente, con las que encontramos estudios que utilizan
tanto el registro eléctrico de áreas corticales mediante EEG, potencial es
evocados, o magneto encefalografía (Hari y Lounasmaa, 1989), como la aplicación
de las más modernas técnicas de neuroimagen, tales como Tomografía Axial
Computerizada, Tomografía por Emisión de Positrones y Resonancia Magnético Nuclea.
Aspectos conductuales
En la
tradición conductista, el hecho de poder predecir cómo puede verse afectada la operante
en función de la reacción emocional, hace que las emociones pierdan la consideración
(para dicha orientación) de causas internas, ficticias e imaginarias de la conducta,
para convertirse en un proceso digno de estudio por sus efectos en el comportamiento
(Chóliz, 1994d). Para finalizar, debemos destacar que, ni la respuesta
emocional condicionada ejerce su influencia sólamente como inhibidora de
condicionamiento (si bien la supresión condicionada
es posiblemente el área expe.rimental donde se han realizado mayor número de
investigaciones), ni el papel del condicionamiento operante se ciñe exclusivamente
a la reducción de la RC de miedo o de ansiedad. Por poner sólamente unos ejemplos,
el hecho de que puedan reforzarse positivamente las respuestas emocionales
viene constatándose desde las primeras investigaciones sobre biofeedback y condicionamiento
de respuestas emocionales (Kimmel, 1967; Miller, 1969). la respuesta emocional
puede aprenderse incluso por aprendizaje vicario (Bandura y Rosenthal, 1966),
mantenerse aún en condiciones que debieran producir extinción de la RC, tal y como se pone de manifiesto en el modelo
de incubación de ansiedad(Eysenck, 1968, 1985; Chorot, 1989), al tiempo que las
modificaciones en el proceso de contingencia pueden acarrear severas
alteraciones emocionales, como se evidencia en Psicología de la Emoción: el
proceso emocional las investigaciones sobre indefensión aprendida (Seligman, 1975:
Abramson, Seligman y Teasdale, 1978).
A nivel
metodológico, los trabajos desde esta perspectiva han utilizado como
Paradigma experimental los procesos de
condicionamiento, especialmente el condicionamiento clásico. Digamos que hasta
la aparición de las técnicas de
biofeedback (Miller, 1969) uno de los axiomas fundamentales era que el
operante y el respondiente diferían incluso en los procesos implicados. Uno de
los ejemplos paradigmáticos era la suposición de que las respuestas viscerales
y glandulares, reguladas por el sistema nervioso autónomo no son susceptibles
de ser condicionadas de forma operante (Skinner, 1938; Mowrer, 1947). Dada la
relación entre la actividad de dichas respuestas y las reacciones afectivas,
así como el hecho de la incomodidad del concepto de emoción en el análisis
experimental de la conducta (Skinner, 1953), durante décadas el
condicionamiento clásico, y no el operante, ha sido el procedimiento de
elección en la investigación sobre emoción y condicionamiento.
Variables cognitivas
En las aproximaciones cognitivas iniciales de la emoción se defendia que la reacción ante una situación es de tipo fisiológico, consistente en un incremento difuso y generalizado de la activación. Posteriormen te, la interpretación cognitiva de dicha reacción fisiológica es la que determinará la cualidad de la emoción. En cualquier caso la emoción necesariamente surgiría como consecuencia de los dos factores que hemos señalado:
activación e interpretación cognitiva. La magnitud de la reacción fisiológica determinaría la intensidad de la reacción emocional, mientras que los procesos cognitivos darían razón de la cualidad de la misma.
Posteriormente, Arnold (1960) señalaría que los procesos cognitivos no surgen
sólamente después de haberse producido una reacción fisiológica y como interpretación de la misma, sino que se produce una eval uación primaria de la situación ambiental antes incluso de la propia reacción fisiológica.
Se trata de una primera interpretación global del estímulo como bueno o malo (es decir, agradable/desagradable, beneficioso/peligroso, etc.). Más recienteente, Mandler argumenta que, si bien las dos variables principales implicadas en la génesis de la reacción emocional son el arousal y la interpretación cognitiva, son estas últimas las que determinan la emoción. El arousal sólamente sería el sustrato. La relevancia del arousal sería muy limitada, ya que las personas sólamente son capaces de distinguir entre un arousal elevado y otro bajo, pero no el nivel de otras variables fisiológicas concretas, de forma que el grado de activación ejercería un papel indiferenciado únicamente en el grado de intensidad de la emoción. Incluso la propia activación podría producirse por una incongruencia en los esquemas cognitivos (ocurrencia de un hecho inesperado o no ocurrencia de un evento previsto). Esta activación, a su vez, instiga a una interpretación cognitiva de la situación que es la que determinaría la cualidad de la emoción.
ULLOA MONTOYA OLGA ALEJANDRA