viernes, 28 de abril de 2017



VARIABLES IMPLICADAS EN LA EMOCIÓN (TEORÍAS SOBRE LA EMOCIÓN)

Al igual que en el caso de la motivación, una de las razones de la variedad de modelos teóricos acerca de la emoción se debe al hecho de que cada orientación incide especialmente sobre algunas de las variables que la componen, sobre las cuales se establecen los diversos desarrollos conceptuales y procede al estudio de las mismas  mediante procedimientos metodológicos alternativos. Vamos a centrarnos en algunos de los aspectos que consideramos de interés, recordando en cada caso los acercamientos teóricos más representativos.

De una forma similar a la clasificación de Plutchik (1980), las principales variables que vamos a describir se han abordado desde perpectivas: a) evolucionistas(con Darwin como principal punto de referencia), b) Psicofisiológicas (seguidoras de la tradición de James), c) neurológicas (cuyos desarrollos teóricos arrancan de Cannon), d) Conductistas (que enfatizan procesos de condicionamiento como Watson pusiera de manifiesto a principios de siglo), e) teorías de la activación (con diferentes autores, de los que Lindsley quizá sea uno de los más representativos) y f) cognitivas (desarrolladas a partir de los experimentos de Schachter y, en la actualidad, unas de las más representativas).

 Posiciones evolucionistas.

Una de las características principales dela emoción, como bien han puesto de manifiesto las teorías evolucionistas, es la función adaptativa de las emociones, tanto como facilitadoras de la respuesta apropiada ante las exigencias ambientales, como inductoras de la expresión de la reacción afectiva a otros individuos. Así, según la primera de estas funciones, la cólera facilitaría el ataque, mientras que el miedo favorecería la huída o la inmovilidad corporal defensiva, por ejemplo. Respecto a la segunda de las funciones, la expresión de cólera puede servir para amedrentar a otro individuo en una situación comprometida, mientras que la expresión de miedo podría ser útil para apaciguar una reacción intensa por parte de un agresor.
Uno de los postulados principales de esta orientación es el de la existencia de emociones básicas, necesarias para la supervivencia y que derivan de reacciones similares en los animales inferiores. El resto de emociones ("emociones derivadas") se generan por combinaciones específicas de aquéllas (Plutchik, 1984). En las emociones básicas el componente innato es mucho más patente, lo que se refleja en la similitud de expresión en todos los individuos de la misma especie.
En lo que se refiere a la expresión emocional, tanto histórica como teóricamente, el objeto de estudio de mayor interés ha sido la expresión facial de las emociones. La universalidad de la expresión y el reconocimiento facial de las emociones se ha tomado como indicador de la existencia de patrones innatos de respuesta emocional, evidencia de la continuidad filogenética de las emociones (Darwin, 1872/1984) y, principalmente, como constatación de la existencia de una serie de emociones básicas cuyo reconocimiento sería universal en la especien humana y fruto de las cuales derivarían el resto de reacciones afectivas 



Estructuras neurológicas centrales.

Es de sobras conocida la controversia que generó la teoría de James-Lange y las críticas de Cannon a las mismas, fundamentalmente en lo que se refiere al papel de las vísceras en la reacción emocional, así como al hecho de que la ausencia de sensaciones visceroceptivas no produce ausencia de reacción emocional y a la evidencia de que las sensaciones son mucho más lentas que la emoción evocada. Todo ello cuestionaría el hecho de que dichas reacciones fisiológicas fueran un antecedente de la reacción emocional. Las reacciones fisiológicas y viscerales no definirían la cualidad de la reacción emocional, sino en todo caso la intensidad de la misma, preparando al organismo para una eventual respuesta que requiriera un gasto energético de importancia. Se trataría de una respuesta similar a todas las emociones, en la que la única diferencia entre las mismas sería la intensidad con la que reaccionan, pero no en un patrón de respuesta diferenciado. La rama simpática del sistema nervioso autónomo sería la responsable de preparar al organismo para un gasto energético elevado, mientras que el parasimpático restablecería el equilibrio. Es lo que se ha venido a denominar teoría emergentista de las emociones (Cannon, 1931), que establece que lo verdaderamente relevante en la génesis de la emoción es la actividad del sistema nervioso central, en concreto la regulación que establece el tálamo, tanto sobre la corteza en la génesis de la experiencia cualitativa de la emoción, como sobre el sistema nervioso periférico, para la movilización de energía.

Las aportaciones teóricas más relevantes que se derivan de esta concepción se
agrupan en torno a la teoría de la activación general, que argumenta que existe un único  estado de activación general que caracterizaría a todas las emociones. Las diferencias entre unas y otras sería cuestión de grado. Aunque posteriormente los estudios de Lacey (1967) pondrían de manifiesto que puede existir disociación entre los principales sistemas de respuesta (fraccionamiento de respuesta, especificidad individual y estereotipia individual), la teoría de la activación general ha servido como marco teórico de diferentes modelos de la emoción, de los que los de Lindsley (1951), Hebb Psicología de la Emoción: el proceso emocional (1955), o Malmo (1959) son algunos de los más representativos. Según estas primeras aproximaciones teóricas, la relación entre activación y emoción vendría definida por la existencia de un proceso único de activación en el que los sistemas cortical, autonómico y somático estarían perfectamente coordinados y que sería el responsable de la cualidad de las diferentes reacciones afectivas. Consecuentemente con estos planteamientos teóricos, a nivel metodológico los estudios se han caracterizado por la selección de alguna variable fisiológica (generalmente respuesta electrodermal o frecuencia cardiaca) como indicadora del nivel de activación general y registrar la relación entre ésta y las diferentes reacciones emocionales.


Como puede suponerse, los procedimientos metodológicos de estudio utilizados
desde las orientaciones neurológicas de la emoción han ido evolucionando conforme se desarrollaban técnicas de registro cada vez más sofisticadas en biomedicina. En general, tienen como objetivo el registro de la actividad de las diferentes estructuras nerviosas involucradas en una determinada reacción emocional de diferente intensidad, con la finalidad de establecer las regiones concretas responsables de cada emoción en particular. Los dos procedimientos habituales son la inducción experimental de la reacción emocional que pretendamos, al tiempo que se registra la actividad de las áreas del sistema nervioso, o bien el estudio de dicha actividad en sujetos con alteraciones o trastornos afectivos (depresión, trastornos por ansiedad, etc.). En ambos casos se valen de las técnicas propias de la neuropsicología, tal y como hemos comentado anteriormente, con las que encontramos estudios que utilizan tanto el registro eléctrico de áreas corticales mediante EEG, potencial es evocados, o magneto encefalografía (Hari y Lounasmaa, 1989), como la aplicación de las más modernas técnicas de neuroimagen, tales como Tomografía Axial Computerizada, Tomografía por Emisión de Positrones y Resonancia Magnético Nuclea.

Aspectos conductuales
 

En la tradición conductista, el hecho de poder predecir cómo puede verse afectada la operante en función de la reacción emocional, hace que las emociones pierdan la consideración (para dicha orientación) de causas internas, ficticias e imaginarias de la conducta, para convertirse en un proceso digno de estudio por sus efectos en el comportamiento (Chóliz, 1994d). Para finalizar, debemos destacar que, ni la respuesta emocional condicionada ejerce su influencia sólamente como inhibidora de condicionamiento (si bien la supresión  condicionada es posiblemente el área expe.rimental donde se han realizado mayor número de investigaciones), ni el papel del condicionamiento operante se ciñe exclusivamente a la reducción de la RC de miedo o de ansiedad. Por poner sólamente unos ejemplos, el hecho de que puedan reforzarse positivamente las respuestas emocionales viene constatándose desde las primeras investigaciones sobre biofeedback y condicionamiento de respuestas emocionales (Kimmel, 1967; Miller, 1969). la respuesta emocional puede aprenderse incluso por aprendizaje vicario (Bandura y Rosenthal, 1966), mantenerse aún en condiciones que debieran producir extinción de la  RC, tal y como se pone de manifiesto en el modelo de incubación de ansiedad(Eysenck, 1968, 1985; Chorot, 1989), al tiempo que las modificaciones en el proceso de contingencia pueden acarrear severas alteraciones emocionales, como se evidencia en Psicología de la Emoción: el proceso emocional las investigaciones sobre  indefensión aprendida (Seligman, 1975: Abramson, Seligman y Teasdale, 1978).

A nivel metodológico, los trabajos desde esta perspectiva han utilizado como
Paradigma experimental los procesos de condicionamiento, especialmente el condicionamiento clásico. Digamos que hasta la aparición de las técnicas de  biofeedback (Miller, 1969) uno de los axiomas fundamentales era que el operante y el respondiente diferían incluso en los procesos implicados. Uno de los ejemplos paradigmáticos era la suposición de que las respuestas viscerales y glandulares, reguladas por el sistema nervioso autónomo no son susceptibles de ser condicionadas de forma operante (Skinner, 1938; Mowrer, 1947). Dada la relación entre la actividad de dichas respuestas y las reacciones afectivas, así como el hecho de la incomodidad del concepto de emoción en el análisis experimental de la conducta (Skinner, 1953), durante décadas el condicionamiento clásico, y no el operante, ha sido el procedimiento de elección en la investigación sobre emoción y condicionamiento.

Variables cognitivas
 
En las aproximaciones cognitivas iniciales de la emoción se defendia que la reacción ante una situación es de tipo fisiológico, consistente en un incremento difuso y generalizado de la activación. Posteriormen te, la interpretación cognitiva de dicha reacción fisiológica es la que determinará la cualidad de la emoción. En cualquier caso la emoción necesariamente surgiría como consecuencia de los dos factores que hemos señalado:
activación e interpretación cognitiva. La magnitud de la reacción fisiológica determinaría la intensidad de la reacción emocional, mientras que los procesos cognitivos darían razón de la cualidad de la misma. 
 
Posteriormente, Arnold (1960) señalaría que los procesos cognitivos no surgen
sólamente después de haberse producido una reacción fisiológica y como interpretación de la misma, sino que se produce una eval uación primaria de la situación ambiental antes incluso de la propia reacción fisiológica.
Se trata de una primera interpretación global del estímulo como bueno o malo (es decir, agradable/desagradable, beneficioso/peligroso, etc.). Más recienteente, Mandler argumenta que, si bien las dos variables principales implicadas en la génesis de la reacción emocional son el arousal y la interpretación cognitiva, son estas últimas las que determinan la emoción. El arousal sólamente sería el sustrato. La relevancia del arousal sería muy limitada, ya que las personas sólamente son capaces de distinguir entre un arousal elevado y otro bajo, pero no el nivel de otras variables fisiológicas concretas, de forma que el grado de activación ejercería un papel indiferenciado únicamente en el grado de intensidad de la emoción. Incluso la propia activación podría producirse por una incongruencia en los esquemas cognitivos (ocurrencia de un hecho inesperado o no ocurrencia de un evento previsto). Esta activación, a su vez, instiga a una interpretación cognitiva de la situación que es la que determinaría la cualidad de la emoción. 
 
 
ULLOA MONTOYA OLGA ALEJANDRA